
América Central, El Salvador
El Salvador; todo por descubrir
Pequeño y desapercibido entre la multitud de países que se ubican en Centroamérica. Todo el mundo lo conoce, pero hasta ahora pocos se han atrevido a visitarlo. Acostado en las aguas del Pacífico, El Salvador es el nuevo destino por descubrir tras un cambio político y social sin precedentes para poner en valor toda la riqueza que esconde el país en sus pocos más de 21.000 kilómetros cuadrados.
Un destino que guarda una historia y cultura milenaria, una naturaleza envidiable, una gastronomía jugosa y que será, sin duda, uno de los atractivos de las tierras que unen el norte y el sur del continente americano en los próximos años.
Una sorpresa que, Cristina y Eduard, una pareja de viajeros experimentados, ya se han atrevido a visitar y nos cuentan su viaje en primera persona a una de las tierras más desconocidas del planeta.
Un pasado difícil
La experiencia rumbo a El Salvador fue todo un descubrimiento. Con un pasado marcado por la violencia tras la guerra civil y después el control del país por parte de “los maras” o las pandillas, poca gente conoce este pequeño destino –a excepción de los amantes del surf– que nos conquistó desde el primer momento.
La violencia es casi inexistente y se ha convertido en el segundo país más seguro de todo el continente, algo que nos tranquilizó en el viaje y que se palpa en el día a día y sus calles. Un cambio radical que no ha dejado ni rastro de su pasado más oscuro. Tan seguro, que en nuestra estancia en el país no tuvimos que evitar ningún destino y que, dada su longitud, pudimos ver casi todo su territorio con un denominador común: en todas partes nos recibían con amabilidad y cortesía de poder enseñarnos sus riquezas naturales.
Tierra de volcanes
Como su vecina Honduras o Guatemala, El Salvador es también un país lleno de cráteres y lava seca. Los tres volcanes más conocidos – Izalco, Cerro Verde y Santa Ana– son de una belleza espectacular, aunque cada uno tiene sus peculiaridades.
Nosotros visitamos el Cerro Verde y es literalmente imposible pensar que detrás de toda esa vegetación verde y frondosa se esconde un volcán todavía activo. La excursión a la cima del Santa Ana es también otra de las más recomendables. Un largo ascenso pero que vale la pena para ver una imagen icónica y más propia de la fantasía: un cráter con un lago de aguas turquesas dentro de él. Una imagen inverosímil para un volcán que todavía está activo.
Pasamos dos noches en el pueblo colonial Concepción de Ataco. Una pequeña localidad de un encanto increíble y que guarda las Termas de Santa Teresa. Un lugar de paz conformado por distintas piscinas naturales a diferentes temperaturas en las que pudimos relajarnos.
El viaje continuó hacia Suchitoto, otro de los pueblos coloniales del país. De camino, no nos perdimos algunos de los yacimientos y emblemas del país: Tazumal, San Andrés y la Joya de Cerén. Este último, es la zona arqueológica más importante de toda la Mesoamérica y es conocida como la Pompeya de América ya que tras la erupción del volcán Loma Caldera en 650d.C fue totalmente destruida y descubierta por casualidad en 1976.
En Suchitoto, donde también pasamos dos noches, el ambiente maya se palpa en cada esquina. Las ruinas y el legado de sus antepasados se palpan en la decoración y la construcción del pueblo. Una zona de un valor histórico inconmensurable y que pone fin a la parte arqueológica del país.
Legado moderno
Una de nuestras inquietudes era conocer el cambio del país en estos últimos años y cómo la guerra civil, que empezó en 1980 y duró 12 años, había calado en el país y sus gentes. Nos dirigimos hacia la zona montañosa de Perquín, donde la guerrilla y el ejército tuvieron grandes enfrentamientos y que todavía perduran en la memoria de muchos.
De hecho, el fin de la guerra fue en 1992 y tuvimos el honor de poder conversar con algunas de las personas que vivieron la tragedia en primera persona y que nos permitió entender cómo se vivió, por qué el país y sus costumbres son distintas y también la voluntad de la gente por cambiar.
Hacia la costa
De la historia y la naturaleza, pusimos rumbo hacia la costa del Pacífico. El Salvador es el único país que no tiene salida al Caribe, pero sus playas tienen poco que envidiar. El Golfo de Fonseca y las islas que lo rodean nos cautivaron. Aguas cálidas y turquesas con arena oscura y de una tranquilidad envidiable para disfrutar de unos días de paz frente al mar.
Para concluir el viaje, quisimos conocer la capital, San Salvador. Desde la zona rosa, donde nos alojábamos, visitamos el centro histórico, al que realmente le hace falta una remodelación urgente, pero que mantiene su encanto y que nos dejó entrever la realidad de un país que poco a poco resurge de sus cenizas.
Y, por último, realizamos una expedición express a la isla de Roatán. Un lujo para todos los sentidos, especialmente al ser temporada baja. Absolutamente, todas las playas, las más conocidas y también las vírgenes, eran para nosotros.
El Salvador es pequeño, pero tiene tanto contenido como historia.